Lámparas y contenedores de fibra vegetal, elaboradas por 13 artesanas cesteras mapuche de la localidad de Huentelolén, que toman como referencia piezas patrimoniales mapuche,
que eran parte de sus memorias familiares y las llevan al uso cotidiano con toques contemporáneos.
Canastos, paneras y organizadores hechos con fibras vegetales,principalmente de la zona centro sur de nuestro país como la cestería hecha con paja de trigo, totora, coirón, junquillo, manila, ñocha y chupón. Es un trabajo completamente hecho a mano, desde la recolección de la fibra hasta el tejido del producto.
En medio de la soledad del altiplano chileno, un puñado de artesanas aymara mantiene viva una milenaria tradición: hilar la fibra de alpaca a mano. El oficio consiste en convertir el vellón de sus alpacas en hilo, sin más ayuda que su puska -como se dice en aymara al huso de madera- y la danza virtuosa de sus manos.
Paja de trigo es la materia prima que ocupan las artesanas de la agrupación "Colchanderas del Itata" -en la Región de Ñuble- para elaborar carteras pequeñas, medianas y grandes, que rescatan la tradición artesanal de la zona central de Chile con guiños contemporáneos.
Una de las expresiones artesanales más ricas que hay a lo largo de todo Chile es la textilería. Aquí podrás ver diferentes exponentes: tejidos hechos por artesanas Aymara en el Norte Grande, por textileras de Chapilca en el Norte Chico, por artesanas Mapuche en el sur y también por tejedoras tradicionales de Chiloé.
Para los pueblos indígenas que trabajan con metales, la orfebrería guarda profundos significados de su cosmovisión. Descubre aquí piezas hechas por artesanos plateros Mapuche que incorporan esos saberes.
Colección de lámparas y contenedores hechos a mano por artesanas cesteras mapuche de la localidad de Huentelolén
En su terreno de Huentelolén está la sede donde las Ñocha Malen se reúnen a tejer. Para María Inés Aniñir, su mundo ha sido siempre este. Nació, se crió, se casó, vio crecer a sus cinco hijos y aprendió a tejer la ñocha en su tierra. Fue una tía, cuñada de su papá, quien le instruyó el oficio de la cestería. Ella me enseñó, y yo a mis hijos. Las cuatro hijas aprendieron, pero solo una, la María Cecilia (Millanao), le tomó interés.
8 mujeres que forman parte de la agrupación Colchanderas del Itata son las creadoras de esta colección. La agrupación preserva el oficio del trenzado de paja de trigo, típico de la Región de Ñuble. La trenza con esta fibra vegetal se conoce como "cuelcha". Las mujeres utilizan desde tres a dieciocho pajas de trigo para trenzar. El paso siguiente es pedirle a un chupallero experto en trabajar la fibra en máquina de coser, que le dé forma a las piezas según lo que las artesanas buscan crear, entre ellas estas carteras.
Tejidos con 100% fibra de alpaca hilada de manera manual, la materia prima proviene de camélidos que crían las propias artesanas o productores locales a quienes ellas conocen. Así, el proceso de creación de estas piezas es enteramente artesanal, desde la esquila de las alpacas para conseguir la fibra hasta el hilado y tejido. Los colores de estos chales son vírgenes, es decir, prescinden de todo químico artificial. Los diseños de estas piezas evidencian esto a través de una textura rústica con leves cambios de coloridos propios del hilado manual, lo que convierte a ese chal en una prenda única: un verdadero lujo.
En el Sur de Chile, el acceso a la lana de oveja de calidad por parte de las artesanas es muy bajo. Por eso, a fines de 2016 Fundación Artesanías de Chile con el apoyo del Instituto de Innovación Agropecuarias (INIA), la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), implementó un programa piloto en la región de Los Lagos: el Banco de Lanas. El objetivo fue mejorar el acceso de las artesanas a la lana de oveja durante todo el año, asegurar la buena calidad de la materia prima y comercializarla a un precio justo, en procesos transparentes y formales.
Tenía solo 11 años cuando se entusiasmó con el tallado en piedra. Desde entonces han pasado 60 años en los que no ha parado de trabajar, dando forma a la piedra, un saber hacer que aprendió de su tío, en una familia que ha atesorado este conocimiento por más de un siglo. Antonio es un gran conocedor de la materia prima con la que trabaja. "Cuando voy a las canteras de los cerros de Metrenco, acá en la Región de La Araucanía, reconozco rápidamente cuál es la piedra buena y la mala para tallar", asegura.
Teresa Olavarría, quien vive en Metri, aprendió a hilar y a tejer a los ocho años, de solo observar detenidamente e imitar a su madre.
La textilería del Seno del Reloncaví, territorio donde se inicia la Carretera Austral, de la cual ella es representante, es resultado de una mezcla entre la textilería huilliche y española, cuya técnica las mujeres chilotas comenzaron a tomar de las revistas de punto cruz que traían las monjas desde España. Esa referencia dio vida a un tipo de tejido que le dio un sello a las artesanas textiles de la Carretera Austral por casi cien año.
Heredó el oficio de su papá, quien hacía retablos con láminas de cobre. Jorge se casó y tuvo hijos joven, pero en un momento decidió emprender su taller de manera solitaria. Fue entonces cuando comenzó a hacer piezas nuevas, como angelitos o piezas con volumen por medio de la técnica del repujado a mano. Esto significa que de una lámina de cobre, que es como un pliego de papel, Jorge puede hacer una pieza sin sumar materiales extras.
Su papá vendía cabezas de animales en el campo, pero nadie quería los cachos de los bueyes. Entonces empezó a acumularlos en el patio de su casa, hasta que un día su mujer le dijo: "o haces algo con ellos o los sacas de acá".
Así, al padre de Juan se le ocurrió empezar a trabajar los cachos para convertirlos en recipientes para tomar vino. Juan Betancourt vio esa historia desde niño y, a medida que crecía, empezó a trabajar siguiendo los pasos de su padre, dándole su propio sello. Así se convirtió en artesano.
Aprendió el oficio de la mano de su madre, la también artesana Gloria Gallardo. Juntas integran la Agrupación de Arpilleristas de Lo Hermida, en Peñalolén, donde usando retazos de telas, lana partida, agujas y tijeras, retratan escenas de la vida cotidiana y también momentos históricos que hablan de momento duros, pero también de sueños e ideales.
Aprendió el oficio observando el tallado en madera, trabajo muy propio de la zona donde vive, Villarrica. Así, desde hace décadas el artesano Héctor Bascuñán ha desarrollado su propia línea de trabajo que destaca por sus terminaciones muy finas, y que le ha valido, en más de una ocasión, el Sello de Excelencia a la Artesanía, el máximo reconocimiento que reciben los cultores en Chile.