La Señora ha sido toda su vida una gran lectora, “soy producto de mis lecturas”, suele decir. Hoy, postrada en cama por la enfermedad y la vejez y sin fuerzas para sostener un libro en las manos, contrata a un joven lector para dedicarse a leer para ella nuevos libros y releerle viejas lecturas que la llenan de recuerdos y de vida, con el cual establece una extraña relación. Cada texto escuchado la lleva a recuperar la vitalidad embotada, a revivir su adolescencia y juventud, y la impulsan a comenzar infinitos discursos en los que desfilan el fantasma de un padre absorbente, déspota, autoritario, y una madre mansa, sumisa y resignada. Sus amores, un marido machista, infiel y opresor. También otros personajes que llenaron sus días a lo largo de su vida. Pero, sobre todo, diversos hechos y acontecimientos del siglo XX, que le correspondió vivir y sufrir, acosan su memoria, “cansa tanto escuchar ese rumor”: la Revolución del 91, la Matanza del Seguro Obrero, la Segunda Guerra Mundial, no en cuanto acontecimientos históricos sino en la medida en que tangencialmente rozaron su existencia. Sin tratarse de una novela histórica, en estas páginas vive y se respira el aliento del siglo, sus tragedias y la forma en que esos hechos permearon lentamente, casi sin advertirlo, sus sentimientos, enquistándose y terminando por aflorar, a la manera de Proust, ante los mínimos e imperceptibles estímulos provocados por la lectura.